Astronautas cobardes

Rober­to Herre­ro (San Sebas­tián, 1960) ha publi­ca­do las obras de tea­tro Los abra­zos per­di­dos (Pre­mio Eus­ka­di de Tea­tro 1995) y Como todos los mar­tes (2001). For­ma par­te de la anto­lo­gía Afo­ris­mos con­tan­tes y sonan­tes (2016) y en 2019 publi­có en Trea el libro de afo­ris­mos Abrir la ven­ta­na está sobre­va­lo­ra­do, del que Fran­cis­co Javier Ira­zo­ki escri­bía: «Rober­to Herre­ro no es pro­cli­ve a seña­lar­nos gran­des blo­ques de ver­dad. En sus líneas no exis­ten ecos de la aren­ga o del ser­món. Sus afir­ma­cio­nes arras­tran una bola de pre­so: la duda». Astro­nau­tas cobar­des cons­ti­tu­ye su nue­va entre­ga, de pró­xi­ma publi­ca­ción en la serie Afo­ris­mo de Edi­cio­nes Trea.

¡Cuán­to nece­si­ta­mos a un des­co­no­ci­do para con­tar­le la verdad!

La belle­za es una ines­ta­ble mez­cla de mis­te­rio, sere­ni­dad y ale­gría agi­ta­da en silencio.

La silla aban­do­na­da en el des­cam­pa­do pare­ce un guar­dián sin fortaleza.

El plan es hacer­se vie­jo sin deshacerse.

Ya que no se pue­de ser libre y cobar­de a la vez, al menos sea­mos sinceros.

Al aca­ri­ciar­la, la mano ya no qui­so regresar.

Impre­sio­na la capa­ci­dad para creer que somos otros.

De regre­so a la Tie­rra ima­gino a los astro­nau­tas en abso­lu­to silen­cio. Esca­pan­do de Dios antes de vol­ver a buscarlo.

Nun­ca fal­tan volun­ta­rios para lapi­dar y escon­der la piedra

Muje­res que son un eclip­se de sol tras el eclip­se de sol.

Los años aca­ri­cian como una aman­te fatigada.

¿Somos locos bus­can­do a gri­tos la serenidad?

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