Jaime Herrero

Jai­me Herre­ro (Gijón, 1937) en su juven­tud pasó varios años en París expe­ri­men­tan­do con la cine­ma­to­gra­fía y las artes grá­fi­cas. Ha rea­li­za­do diver­sas obras mura­les en diver­sos espa­cios de Ovie­do y una trein­te­na de expo­si­cio­nes pic­tó­ri­cas, habien­do par­ti­ci­pa­do tam­bién en nume­ro­sas colec­ti­vas. Asi­mis­mo ha des­ta­ca­do en su acti­vi­dad como gra­fis­ta en dis­tin­tos ámbi­tos de la comu­ni­ca­ción públi­ca (entre ellos, las pro­gra­ma­cio­nes del Cen­tro Terri­to­rial en Astu­rias de TVE, y la revis­ta Cua­der­nos del Nor­te), el dise­ño, la cerá­mi­ca y la publi­ci­dad, al igual que en la rea­li­za­ción de diver­sos cómics y la ilus­tra­ción de obras lite­ra­rias: Gabi­ne­te de cien­cias astu­ra­les, de Juan Luis Mar­tí­nez y Jor­ge Ordaz (1981), Los cami­nan­tes en la cor­te del Rey Dor­mi­lón, de José Doval (1982), Cuer­vo, de Leo­pol­do Alas Cla­rín (2001) y Jove­lla­nos. El curio­so con­tem­pla­dor (2010), entre otras. Pero de su devo­ción y con­ti­nua­da vin­cu­la­ción con la lite­ra­tu­ra da fe tam­bién su pro­pia obra poé­ti­ca: Tre­men­ti­na Street (2004) y los poe­mas del volu­men (tam­bién ilus­tra­do de su mano) que aho­ra ofre­ce­mos al lec­tor, La puer­ta del labe­rin­to, cuyo apa­ren­te des­tino, los niños, no exclu­ye a los adultos.