Juan Marsé a través del caleidoscopio

Juan Mar­sé es sin duda uno de los nove­lis­tas espa­ño­les más des­ta­ca­dos del siglo XX. Miem­bro de la gene­ra­ción de los 50 y gana­dor del Pre­mio Cer­van­tes 2008, entre otros muchos, el de Mar­sé es un uni­ver­so lite­ra­rio mar­ca­do por la Bar­ce­lo­na obre­ra de la pos­gue­rra en la que vivió, esce­na­rio de su infan­cia a la que vuel­ve una y otra vez. Unos orí­ge­nes humil­des, mera­men­te anec­dó­ti­cos, hacen que al abor­dar su obra se cai­ga en este­reo­ti­pos y cli­chés, los de una per­so­na de ori­gen obre­ro que lo tenía todo en con­tra para poder escri­bir. Sin embar­go, y según sus pro­pias pala­bras en su dis­cur­so de recep­ción del Cer­van­tes, él no se con­vir­tió en el «escri­tor obre­ro que al pare­cer fal­ta­ba en el pres­ti­gio­so catá­lo­go de la edi­to­rial». No solo no se con­vir­tió en ese escri­tor obre­ro, u obre­ro escri­tor, sino que tam­po­co qui­so iden­ti­fi­car­se con el rea­lis­mo social, ten­den­cia en auge en la lite­ra­tu­ra espa­ño­la de la épo­ca. Sin embar­go, pudie­ra pare­cer que el hecho de no que­rer iden­ti­fi­car­se fren­te a lo obre­ro y lo social no fue­ra más que una bom­ba de humo, una tác­ti­ca para disi­mu­lar, o mini­mi­zar al menos, la poten­cia, tan­to polí­ti­ca, como social, de su obra.

Y es ahí, bajo los este­reo­ti­pos, las eti­que­tas y los pre­jui­cios cla­sis­tas sobre la cul­tu­ra, don­de la pro­fe­so­ra de la Uni­ver­si­tat de les Illes Balea­res Ánge­la Mar­tí­nez en su estu­dio Char­ne­gos, más­ca­ras y amo­res impo­si­bles. Juan Mar­sé a tra­vés del calei­dos­co­pio, bucea. A tra­vés de todo un tra­ba­jo de relec­tu­ra y arqueo­lo­gía, ana­li­zan­do entre­vis­tas, decla­ra­cio­nes públi­cas y dis­cur­sos sobre sí mis­mo y su obra, la auto­ra resu­ci­ta a este «escri­tor impo­si­ble», hacien­do que lo vol­va­mos a encon­trar en el mun­do actual don­de, como ella mis­ma dice, «lo obre­ro ha que­da­do con­ver­ti­do en un fantasma».

Qui­zás el hecho de que Mar­sé huye­ra de eti­que­tas y no qui­sie­ra enca­si­llar­se, qui­zás esas bom­bas de humo y tác­ti­cas de disi­mu­la­ción (aún sien­do cons­cien­te de que había logra­do cru­zar las barre­ras de una cen­su­ra eco­nó­mi­ca que impe­día a la cla­se obre­ra dedi­car­se a las letras), no fue­ran más que una for­ma de garan­ti­zar lo ver­da­de­ra­men­te impor­tan­te: poder vol­ver a escri­bir, una y otra vez la his­to­ria de los derro­ta­dos, mar­gi­na­dos y des­cla­sa­dos que pro­ta­go­ni­za­ron sus nove­las. Y es, pre­ci­sa­men­te siguien­do del hilo de la dife­ren­cia de cla­se, cómo Ánge­la Mar­tí­nez nos guía a tra­vés del uni­ver­so de la narra­ti­va de Mar­sé, para lle­var­nos has­ta su cen­tro: la poten­cia de una lite­ra­tu­ra que no olvi­da, ni ocul­ta los pro­ce­sos de dife­ren­cia­ción social.

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