Soñábamos algunos cuando niños, caídos
En una vasta hora de ocio solitario
Bajo la lámpara, ante las estampas de un libro,
Con la revolución. Y vimos su ala fúlgida
Plegar como una mies los cuerpos poderosos.
Jóvenes luego, el sueño quedó lejos
De un mundo donde desorden e injusticia,
Hinchando oscuramente las ávidas ciudades,
Se alzaban hasta el aire absorto de los campos.
Y en la revolución pensábamos: un mar
Cuya ira azul tragase tanta fría miseria.
Estos son los versos iniciales del poema de Luis Cernuda «Lamento y esperanza», perteneciente al poemario Las nubes (1943), y que dan título a un nuevo ensayo de Pablo Batalla Cueto: La ira azul. El sueño milenario de la Revolución, el cuarto de sus libros tras Si cantara el gallo rojo (2017), La virtud en la montaña (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021), todos ellos publicados en Trea.
¿Debe abandonarse el sueño del socialismo, de la revolución? Pregunta inútil: no es que no deba, es que no puede. Las revoluciones son la respiración de la historia. En las crisis epocales, prosperan como ambición genérica de justicia, congregación de sectores diversos en torno a un significante vacío en el que cada cual vuelca sus propias ilusiones. Siempre hay muchas revoluciones dentro de la revolución, y se dan otras paradojas —este libro las explora— que complican el mito de la epifanía de un pueblo que, persuadido súbitamente del carácter injusto del orden existente, se vuelve contra sus tiranos.
Este ensayo es un paseo por las revoluciones pretéritas y una mirada al porvenir. En el futuro se pugnará por aferrar el timón del insoslayable decrecimiento: ecofascismo vs. ecosocialismo. Se escucha ya el estruendo de la primera de esas dos revoluciones adversarias y predecibles. La segunda comenzará a sonar —se reflexiona aquí— si la izquierda se desprende de traumas paralizantes, veneraciones polvorientas y escleróticas ortodoxias y se relaciona con su propio pasado al modo de un buscador de perlas, que en él rastree cualesquiera referentes valiosos, descarte los vergonzantes y elabore con los primeros el kintsugi, la reconstrucción, de lo disgregado en la Primera Internacional, en pos, ahora, de un decrecimiento justo y humanista.
«Finalizado el libro de Pablo Batalla concluyo, sin temor a duda, que sus últimas 26 páginas son La nueva Crítica al Programa de Gotha o el Qué hacer 2.0 del primer cuarto del siglo XXI. Como suena. Un texto para paladear a sorbos. Bajo la aparente amenidad de una excelente escritura hay material para una miríada de reflexiones; un recorrido panóptico por una historia integral de los movimientos sociales.» (Fernando Hernández Sánchez, historiador, Universidad Autónoma de Madrid)
«Me ha parecido muy interesante y, como de costumbre, muy bien escrito. Lo mejor, en mi opinión, el final: un crescendo que concluye con unas inteligentes páginas que espero generen muchas reflexiones; gran colofón en forma de diálogo con pensadores como Marx, Oakeshott, Landauer, Boym y otros.»(Edgar Straehle, historiador, Universitat de Barcelona)
«Yo ya he leído La ira azul de Pablo Batalla Cueto, y lo recomiendo por varias razones. Estas son solo unas pocas, en concreto siete:
1) Porque, especialmente para quien ha leído y disfrutó La virtud en la montaña y Los nuevos odres del nacionalismo español, La ira azul es un libro que tiene sentido pleno como una síntesis del pensamiento PBC: es una píldora con un formato condensado y un género mestizo y original que hace muy amena su lectura.
2) Porque, para quien todavía no se ha acercado a los textos de Batalla, este es un buen libro para empezar a descubrir las virtudes de Pablo como escritor, pero también su misión autoimpuesta que sus lectores conocemos, que está presente en todos sus libros, sus presentaciones, sus intervenciones en redes y sus traducciones, y que es más explícita en La ira azul que en ningún sitio.
3) Porque las obras de Pablo no solo son rigurosos y originales estudios (que también): son sobre todo herramientas de combate para una batalla cultural que él está convencido de que está en marcha y de que es importante luchar.
4) Porque los libros de Batalla son libros de batalla: están pensados y escritos como manuales para la acción y el debate, pero también como amuletos. Son un «detente bala», una ristra de ajos antivampiros que Batalla pone al servicio de las tropas de una izquierda desorientada (unas tropas que el autor de La ira azul asume como las propias y que está convencido de que tienen la razón histórica de su parte), a las que arenga a la batalla sacudiéndoles la nostalgia, marcándoles objetivos definidos y regalándoles unos argumentos, reflexiones y relatos encadenados que, en las líneas de sus libros, parecen hacer parte de un sentido común inapelable.
5) Porque Batalla tiene la gran virtud de unir una erudición y manejo de fuentes (que podrían llevar su escritura hacia un academicismo no apto para todos los públicos) con una forma de narrar llena de emoción, compromiso y poesía, que hace su prosa asequible y transformadora: hasta los más pesimistas pueden sentir el aliento reparador que da la convicción, la ilusión, la atronadora intuición de que el bien va triunfar sobre el mal y de que la igualdad, la libertad y la fraternidad naturalmente, irremisiblemente, como la primavera, siempre encontrarán su camino.
6) Porque si dice Pablo Batalla que las ideologías necesitan para propagarse teólogos, catequistas y misioneros, sus obras son artefactos triangulares en las que encontramos esa triple función; son expresión escrita de una Trinidad en la que Pablo es teólogo cuando arma una visión compleja del mundo honda y argumentada; Batalla es catequista cuando da explicaciones amenas que hacen inteligibles las complejidades de su teología, y Cueto es misionero cuando dispara una ristra de mensajes sencillos, efectivos, que son arsenal práctico del agitprop que cualquier causa precisa, bajando a veces a un terreno pantanoso, unas cloacas, en las que se imponen la ironía, el cinismo y el maldito zasca, y donde nuestro autor también se maneja como nadie.
7) Porque, aunque La ira azul es Pablo Batalla Cueto, uno y trino, en estado puro, lo que vemos en primer plano es al Batalla catequista que habla para convencidos, descreídos, creyentes y gente que querría creer: una tropa aparentemente menguante en retirada y a la defensiva, a la que Batalla ataca de argumentos, citas y ejemplos, aparentemente inconexos en el espacio y en el tiempo, con los que va hilando, como hacen los buenos narradores, un relato coherente y que atrapa a un lector que acaba convencido no solo de que nada está perdido, sino de la inevitabilidad de la victoria en las luchas de nuestros días.» (David Guardado, filólogo y experto en trasformación digital)


















