Pablo Batalla Cueto en El Cuaderno [las notas entre corchetes, son acotaciones nuestras]: «Me encuentro un tuit que, desde posiciones de supuesta izquierda, expresa indignación con que solo el 10% de los beneficios [en realidad, no de los beneficios, sino del PVP] que rinde un libro vayan a parar al autor, calificando de robo el que corresponde a la editorial [menor que el 10% del PVP], la distribuidora y los puntos de venta. Me molesta. Las editoriales no son monstruos taimados que piratean nuestro talento: son el editor, el corrector, el maquetador, el portadista, los impresores, los encuadernadores, etcétera; esforzados trabajadores que agarran el original (y a veces los originales son inimaginablemente calamitosos) y lo convierten en un libro. Un libro es —¿hay algo que no lo sea?— una creación colectiva. Y también lo es su éxito, que deberá al almacenista, la secretaria o la contable de la editorial o los empleados de la distribuidora o la librería tanto como al genio del autor. Un libro es un hijo de la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura. Y si uno es de izquierdas, debe reconocerlo así en lugar de ocultar esas plusvalías tras la pantalla neoliberal del genio individual».