Fin­gi­mien­tos es una anto­lo­gía sin­gu­lar que rom­pe con las con­ven­cio­nes habi­tua­les en este tipo de tra­ba­jos. Sus res­pon­sa­bles, Fer­nan­do Menén­dez y José Ramón Gon­zá­lez, que es quien se ha encar­ga­do de las notas intro­duc­to­rias, han opta­do por selec­cio­nar auto­res muy poco cono­ci­dos, de tra­yec­to­rias muy diver­sas y en varios casos muy poco habi­tua­les (por no decir infre­cuen­tes o casi impo­si­bles). Y esto has­ta tal pun­to que resul­ta difí­cil iden­ti­fi­car un nexo de unión entre todos ellos —algún ele­men­to que los her­ma­ne—, más allá de su pecu­lia­ri­dad y su rare­za. ¿Qué tie­nen que ver los afo­ris­mos teo­ló­gi­cos de Álva­ro Fer­nán­dez Sie­rra, por poner un ejem­plo, con los que dedi­ca a la músi­ca el com­po­si­tor y direc­tor de orques­ta Pablo Mon­tal­vo? ¿Y qué estos últi­mos con los polí­ti­cos de un alto fun­cio­na­rio como Luis Curiel, o los meta­fí­si­cos —sen­su lato— de una pro­fe­so­ra de ins­ti­tu­to como Mer­ce­des Sán­chez Lobera?
¿Y todos estos con los que Mar­ta Isa­bel Suá­rez Lue­je dedi­có a la poe­sía y al mun­do lite­ra­rio, o con las sin­gu­la­rí­si­mas refle­xio­nes sobre el afo­ris­mo que escri­bió un exi­lia­do hoy olvi­da­do, como es Máxi­mo Menén­dez Morán? ¿Y qué decir de los tex­tos de Sil­via López Ari­za, here­de­ros de una lar­ga tra­di­ción mora­lís­ti­ca, o de los de un Mar­co Eduar­do Var­gas, que no elu­de casi nin­gún tema y explo­ra con sus afo­ris­mos el mun­do del hom­bre en sus múl­ti­ples dimensiones?