Ediciones Trea - 978-84-9704-399-1 - Alfonso I el Batallador - Jose Angel Lema Pueyo
Formato: 15 x 21 cm.
Páginas: 416
Año: 2008

Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104–1134)

34,00

Alfon­so I el Bata­lla­dor ocu­pa un lugar emi­nen­te en la memo­ria his­tó­ri­ca de Ara­gón y de Nava­rra. Gober­nó ambos rei­nos pire­nai­cos de 1104 a 1134, perio­do con­vul­so en extre­mo. En algu­nos aspec­tos fue­ron años mar­ca­dos por el con­ti­nuis­mo con rela­ción a los rei­na­dos ante­rio­res de su padre, San­cho Ramí­rez (1063–1094), y de su her­mano, Pedro I (1094–1104). De hecho, los gran­des avan­ces efec­tua­dos por Alfon­so I en la con­quis­ta del valle del Ebro, a cos­ta de la tai­fa de Zara­go­za y, en espe­cial, de los almo­rá­vi­des, resul­ta­rían inex­pli­ca­bles si se olvi­da­ra la labor his­tó­ri­ca de ambos monar­cas que le pre­ce­die­ron. Las con­quis­tas de Mon­zón, Hues­ca y Bar­bas­tro, efec­tua­das entre el 1089 y 1100, abrie­ron el camino a Alfon­so I para la toma de Ejea (hacia 1105), Zara­go­za (1118), Tude­la (1119) y Cala­ta­yud (1120). Fue­ron adqui­si­cio­nes que en pocos años amplia­ron espec­ta­cu­lar­men­te el con­jun­to de terri­to­rios bajo su domi­nio, dan­do for­ma, en lo esen­cial, a Ara­gón tal como lo cono­ce­mos. Aho­ra bien, tales logros gene­ra­ban pro­ble­mas de gran enver­ga­du­ra. Había que ase­gu­rar la defen­sa de unas fron­te­ras más dila­ta­das, con­ten­tar a la noble­za, unién­do­la de mane­ra soli­da­ria a las empre­sas de la monar­quía, atraer pobla­do­res, aten­der la orga­ni­za­ción ecle­siás­ti­ca de las tie­rras con­quis­ta­das, defi­nir la situa­ción de los nume­ro­sas comu­ni­da­des musul­ma­nas que pasa­ban bajo con­trol cris­tiano, en una con­vi­ven­cia no siem­pre fácil. Por su matri­mo­nio con Urra­ca (1109) asu­mió tam­bién por un tiem­po, en cir­cuns­tan­cias muy tur­bu­len­tas, el trono de Cas­ti­lla y de León. Al mis­mo tiem­po, apa­re­ce como un rey anó­ma­lo, que no se preo­cu­pó por ase­gu­rar la des­cen­den­cia y dejó un tes­ta­men­to que hoy en día sigue sien­do un enigma.

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