Anita Sirgo. Instinto de clase
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Anita Sirgo se hizo, junto a Constantina Pérez, mundialmente famosa en 1963, cuando su nombre circuló en un manifiesto de intelectuales que denunciaba las torturas perpetradas en el transcurso de la huelga minera de ese año. Aquel sería, no obstante, tan solo uno de los episodios, entre muchos, que jalonan su vida militante. Niña de la guerra evacuada a Cataluña en 1937 y acogida tras el final de la contienda por unos parientes, mientras su padre permanecía en el monte y su madre en un campo de concentración, la dura supervivencia la privó de escuela y la hizo desempeñar múltiples trabajos. Involucrada desde muy joven en el apoyo a los guerrilleros, comparte luego militancia comunista con su marido, Alfonso Braña. Muy activa en el apoyo a huelgas, la recogida de solidaridad con represaliados y todo tipo de movilizaciones, durante la dictadura formó parte de piquetes de mujeres, recogió víveres y ayudas para presos políticos, deportados y despedidos, se entrevistó con autoridades civiles y eclesiásticas, recogió firmas por la amnistía, se encerró en la catedral de Oviedo y en el Palacio Arzobispal, repartió propaganda, acogió dirigentes clandestinos en su casa. Fue torturada y rapada durante la huelga de 1963. Sufrió prisión y pasó algún tiempo exiliada, siempre para reincorporarse de inmediato a la lucha. Hasta el final de su vida siguió militando en las mismas causas y también en el impulso de la memoria democrática. Paralelamente, el paso del tiempo la ha erigido en un referente de compromiso, lucha y dignidad para las nuevas generaciones de militantes comunistas, pero también y en buena medida, del feminismo asturiano, que en los últimos años ha integrado la tradición obrera que representa Anita en su agenda reivindicativa.