Ediciones Trea - 978-84-9704-569-8 - Aquellos maravillosos baños - Juan Carlos De la Madrid
Colección:
Formato: 16 x 24 cm.
Páginas: 560
Año: 2011
ISBN: 978–84-9704–569‑8

Aquellos maravillosos baños

Historia del turismo en Asturias 1840–1940

30,00

Pre­mio Alfre­do Qui­rós Fer­nán­dez 2010, este libro es un des­em­bar­co. Lle­ga a la pla­ya y se des­plie­ga por el inte­rior. Una vez ini­cia­do el camino, verá el lec­tor que le lle­va mucho más lejos de la ori­lla. Atra­ve­sa­rá, siguién­do­lo, la jamás con­ta­da his­to­ria del pri­mer turis­mo en Astu­rias, de sus ins­ti­tu­cio­nes, de su difu­sión, de su pro­mo­ción, de sus acti­vi­da­des y al fin de la infra­es­truc­tu­ra de trans­por­te, siem­pre magra en esta tie­rra, que deter­mi­nó la pre­sen­cia o la ausen­cia de casi todo lo demás.

Son los ini­cios del turis­mo. Un sec­tor estra­té­gi­co, hoy en día, con unas raí­ces más leja­nas de lo que pudie­ra pen­sar­se. Repa­san­do sus bases, sus pri­me­ros prac­ti­can­tes, pro­mo­to­res y con­se­cuen­cias eco­nó­mi­cas, se lle­ga a sitios sor­pren­den­tes. Pode­mos ver así cómo hallaz­gos rela­ti­va­men­te recien­tes, que en su día pare­cie­ron abso­lu­tas nove­da­des, no lo son tan­to; por ejem­plo, la mar­ca «Paraí­so».

Es la albo­ra­da de un sec­tor eco­nó­mi­co de impor­tan­cia. La his­to­ria de los para­jes turís­ti­cos, de los hom­bres y las ins­ti­tu­cio­nes que inten­ta­ron poner­lo en mar­cha y de la clien­te­la a la que pudie­ron lle­gar, en un lugar don­de las con­di­cio­nes natu­ra­les pare­cían apro­pia­das para su desa­rro­llo. Des­de los pri­me­ros auto­mó­vi­les has­ta el cine­ma­tó­gra­fo, des­de los velo­cípe­dos has­ta el depor­te, des­de las rome­rías has­ta las pos­ta­les, des­de el excur­sio­nis­mo has­ta las corri­das de toros.

El rela­to empie­za en la pla­ya y se va muy lejos de la cos­ta, a las altu­ras de las mon­ta­ñas y a las pro­fun­di­da­des de la his­to­ria astu­ria­na. Al final la pla­ya vuel­ve en for­ma de con­clu­sio­nes, para reco­ger, con la marea, el reco­rri­do del libro. Cual­quie­ra que haya naci­do en la cos­ta sabe que esto no pue­de ser de otra for­ma, ya que, tar­de o tem­prano, la mar lo devuel­ve todo.

Com­par­tir