Ediciones Trea - 978-84-9704-290-1 - Arte y mecenazgo indiano - Luis Sazatornil Ruiz
Formato: 17 x 24 cm.
Páginas: 672
Año: 2008
ISBN: 978–84-9704–290‑1

Arte y mecenazgo indiano

Del Cantábrico al Caribe

60,00

Se reúnen en este volu­men las prin­ci­pa­les con­clu­sio­nes del pro­yec­to de inves­ti­ga­ción Arte y mece­naz­go indiano: del Can­tá­bri­co al Cari­be, finan­cia­do por la Fun­da­ción Caro­li­na. Por sus pági­nas des­fi­lan una lar­ga lis­ta de artis­tas, virre­yes, lina­jes, bur­gue­ses, comer­cian­tes, mili­ta­res, reli­gio­sos o fun­cio­na­rios, que mues­tran el des­ta­ca­do papel de los emi­gran­tes trans­oceá­ni­cos en la pro­mo­ción del arte de las épo­cas moder­na y con­tem­po­rá­nea en Espa­ña y Amé­ri­ca. Este patri­mo­nio indiano, levan­ta­do o adqui­ri­do con los capi­ta­les ate­so­ra­dos en tie­rras ame­ri­ca­nas, es elo­cuen­te tes­ti­mo­nio de una lar­ga sin­gla­du­ra que se ini­cia con los pri­me­ros cons­truc­to­res que acom­pa­ña­ron a Colón en sus via­jes y alcan­za las pri­me­ras déca­das del siglo XX, con la «edad de oro» del mece­naz­go indiano pro­mo­vi­da por el retorno masi­vo de capi­ta­les pro­vo­ca­do por la cri­sis colonial.
Duran­te esos cua­tro siglos el sue­ño de «hacer las Amé­ri­cas» empu­jó al éxo­do ultra­ma­rino a miles de emi­gran­tes espa­ño­les, bus­can­do una for­tu­na que en la Penín­su­la les era esqui­va. Los pocos que alcan­za­ban el éxi­to pre­ten­dían a menu­do con­ver­tir en ran­cio un cer­cano abo­len­go imi­tan­do las cos­tum­bres y mane­ras de las cla­ses aco­mo­da­das y, sobre todo, hacían osten­ta­ción de su for­tu­na con abul­ta­dos gas­tos sun­tua­rios y pro­mo­cio­nes artís­ti­cas o filan­tró­pi­cas que se trans­for­ma­ban en imá­ge­nes del poder alcan­za­do. Esa osten­ta­ción exci­ta­ba el deseo de emi­grar en los más jóve­nes, con lo que se cerra­ba el bucle y el ciclo vital indiano vol­vía a comen­zar. Algu­nas sagas fami­lia­res (espe­cial­men­te astu­ria­nas, cán­ta­bras y vas­cas) han per­mi­ti­do sub­ra­yar acti­tu­des rele­van­tes que, si bien evo­lu­cio­na­ron con el paso del tiem­po, fue­ron dejan­do, gene­ra­ción tras gene­ra­ción, un lega­do artís­ti­co que con­so­li­da­ba la ima­gen dinás­ti­ca y faci­li­ta­ba la pro­mo­ción social. Muchos de ellos, tras pasear su mece­naz­go por los virrei­na­tos ame­ri­ca­nos, las Anti­llas y los prin­ci­pa­les encla­ves por­tua­rios y eco­nó­mi­cos del comer­cio penin­su­lar, aca­ba­ron retor­nan­do a sus luga­res de ori­gen. Repar­ti­dos por la geo­gra­fía de ambas ori­llas atlán­ti­cas, sus pala­cios, caso­nas y villas, sus fun­da­cio­nes bené­fi­cas y dona­ti­vos, su impul­so a las infra­es­truc­tu­ras y sus retra­tos, pan­teo­nes, monu­men­tos y colec­cio­nes aún siguen per­pe­tuan­do la leyen­da de los indianos.

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