Carlos III, rey de Navarra. Príncipe de sangre Valois (1387–1425)
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El «rey noble», el rey bueno por excelencia, según quiere recordarlo la memoria colectiva, hijo intachable, vasallo leal, amigo de sus amigos, Carlos III de Navarra se presenta siempre como un personaje atractivo, dotado de una serie de virtudes humanas y políticas que en cierto modo marcan, sin embargo, el inicio del fin del reino privativo de Navarra. Pero el reinado de Carlos III, hábil vasallo ‑en Francia- de un infeliz señor, vértice entre el complicado reinado de su padre y las no menos densas crisis del siglo XV, comporta una relevancia considerable que recomienda una revisión intensa y un esfuerzo de análisis centrado en el juego de poder, las redes políticas y la gestión interna de la monarquía. Esta compleja etapa merece, sobre todo, un esfuerzo de articulación que supere la visión más bien compartimentada y ciertamente incompleta que ha prevalecido hasta ahora. Atendiendo a estas preocupaciones, y ampliando el horizonte político al rico y sugestivo panorama continental, y en particular a los grandes problemas vigentes ‑la guerra francoinglesa y el cisma‑, se ha distinguido aquí una primera fase del reinado, hasta 1406, cuando cabe considerar que se ha cerrado un «ciclo» político. A ello corresponde la primera parte de este libro. Una segunda etapa sería la que va desde 1407 hasta la muerte del rey, en 1425, donde sin duda la reanudación de la guerra y el fin del cisma cambiarán las claves políticas de Europa. Sin haber dejado jamás de mirar hacia Francia, príncipe Valois al fin y al cabo, Carlos III acabará sumergido en la no menos complicada realidad hispánica del siglo XV.