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Los índices en la Edad Moderna

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Los índi­ces no solo intere­san al cam­po de la memo­ria, sino tam­bién al de la remi­nis­cen­cia, con­for­me a la dis­tin­ción que ha pre­va­le­ci­do entre estos con­cep­tos a lo lar­go del Medie­vo y de la Edad Moder­na. La memo­ria es —en pala­bras de Pao­lo Rosi— «ese fenó­meno por el que nos vie­nen a la men­te cosas del pasa­do, mien­tras que la remi­nis­cen­cia es cuan­do inten­ta­mos recu­pe­rar en el pasa­do una par­te per­di­da». Así, los índi­ces, fru­to de una ela­bo­ra­ción cons­cien­te y docu­men­ta­da, son cami­nos para la recu­pe­ra­ción de luga­res del saber, «frag­men­tos» que pue­den des­apa­re­cer si no se ofre­ce la posi­bi­li­dad de recuperarlos.
El índi­ce no es un géne­ro lite­ra­rio: es un géne­ro fun­cio­nal que sigue lógi­cas y estruc­tu­ras que cam­bian gra­dual­men­te y se vuel­ven más pre­ci­sas con el tiem­po. Quie­nes cons­tru­ye­ron índi­ces —temá­ti­cos u ono­más­ti­cos— inten­ta­ron ayu­dar al lec­tor, inclu­so cuan­do no prac­ti­ca­ba una bús­que­da cons­cien­te, a iden­ti­fi­car un hecho que emer­gie­ra del den­so teji­do de una obra. En este libro sobre índi­ces en la era de la impren­ta manual, el aná­li­sis de su uti­li­dad pre­di­ca­do con varios tonos y en varias oca­sio­nes se entre­la­za con his­to­rias de per­so­nas y pren­sas, que con­du­cen a la com­pren­sión de los modos y tiem­pos de su ela­bo­ra­ción y la lec­tu­ra que de los mis­mos se podría, y aún se pue­de, hacer. Entre sus pági­nas des­cu­bri­mos has­ta qué pun­to los índi­ces podían ser peli­gro­sos, tan­to que fue­ron prohi­bi­dos por la Igle­sia de Roma, o úti­les para no per­der­se por los mean­dros de obras como la Ency­clo­pé­die, por ejem­plo, o cómo podían ser­vir a los auto­res para cir­cun­na­ve­gar —como Leo­par­di en su Zibal­do­ne— el mar de sus pensamientos.

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