No se nece­si­tan muchos argu­men­tos para plan­tear la impor­tan­cia de la coci­na en el seno de la cul­tu­ra huma­na; se tra­ta, pues, de un autén­ti­co labo­ra­to­rio trans­ver­sal a dis­ci­pli­nas tan varia­das como la quí­mi­ca, la bio­lo­gía, la botá­ni­ca, la zoo­lo­gía, la físi­ca del calor, la his­to­ria de la cul­tu­ra, la medi­ci­na, la edu­ca­ción físi­ca, el arte, la nutri­ción, la far­ma­co­pea y otras muchas dis­ci­pli­nas cola­te­ra­les. Si se acep­tan estas pre­mi­sas resul­ta­rá extra­ño la ausen­cia de esta dis­ci­pli­na en la mayo­ría de currícu­los esco­la­res. No deci­mos aquí, que no haya refe­ren­cias a la coci­na en la escue­la, ya que esto no es cier­to, pero tam­po­co es ver­dad que la coci­na haya teni­do un papel impor­tan­te en la estruc­tu­ra de las mate­rias escolásticas.

Este tra­ba­jo que pre­sen­ta­mos no se pro­po­ne lle­nar este hue­co en los currícu­los esco­la­res. El pro­pó­si­to del gru­po de inves­ti­ga­do­res que par­ti­ci­pa en él —pro­ce­den­tes de las más diver­sas dis­ci­pli­nas, des­de didac­tas a médi­cos has­ta far­ma­céu­ti­cos e his­to­ria­do­res, pasan­do por nutri­cio­nis­tas y exper­tos en edu­ca­ción físi­ca— es pre­sen­tar el hecho de la comi­da según estas pers­pec­ti­vas: lo que come­mos, cómo lo come­mos, por­qué lo come­mos y cuán­do lo come­mos. Si ello esti­mu­la a algún docen­te a intro­du­cir esta temá­ti­ca en sus sesio­nes ordi­na­rias, ya sean de his­to­ria o de quí­mi­ca, este tra­ba­jo habrá teni­do sen­ti­do y utilidad.