Ediciones Trea - 978-84-9704-736-4 - La cultura museistica en tiempos dificiles - Tania Martinez Gil - Joan Santacana Mestre
Formato: 15 x 21 cm.
Páginas: 136
Año: 2013
ISBN: 978–84-9704–736‑4

La cultura museística en tiempos difíciles

20,00

En el pasa­do, los museos fue­ron el resul­ta­do de la pacien­te labor inves­ti­ga­do­ra de eru­di­tos, sabios o dile­tan­tes; pero en Espa­ña hubo otro tiem­po, no tan lejano, en que fue­ron los igno­ran­tes y los arro­gan­tes quie­nes cons­tru­ye­ron y dise­ña­ron los museos. De esta for­ma, se pasó de un tipo de museo con obje­tos pacien­te­men­te recu­pe­ra­dos e inves­ti­ga­dos, pero defi­cien­te­men­te expues­tos, a un museo sin obje­tos, sin inves­ti­ga­ción que ava­la­ra nin­gu­na idea, pero con un mag­ní­fi­co plu­ma­je. Museos que, al igual que los loros, habla­ban al públi­co, pero no le trans­mi­tían nada. Y de la mis­ma for­ma en que se cons­tru­ye­ron auto­pis­tas y tre­nes de alta velo­ci­dad sin pasa­je­ros y aero­puer­tos sin avio­nes, en Espa­ña se cons­tru­ye­ron tam­bién museos sin ideas ni obje­tos. El resul­ta­do de este aque­la­rre cul­tu­ral, autén­ti­co fes­tín de bru­jas, han sido mag­ní­fi­cos edi­fi­cios habi­ta­dos por las tela­ra­ñas. Insos­te­ni­bles, inú­ti­les, sin otra fun­ción que ali­men­tar los bol­si­llos de la espe­cu­la­ción que ate­na­za no ya el cre­ci­mien­to de la cul­tu­ra, sino tam­bién su pro­pia existencia.

Y en este pano­ra­ma sub­sis­ten los museos, los de siem­pre, aque­llos que habían naci­do de la labor esfor­za­da de sabios tra­ba­ja­do­res de la cul­tu­ra. Ellos no estu­vie­ron pre­sen­tes en el aque­la­rre cul­tu­ral. Tam­po­co se bene­fi­cia­ron de la espe­cu­la­ción. Ape­nas se sos­tu­vie­ron con sus andra­jos fren­te al insul­tan­te des­pil­fa­rro de los ricos.

Fren­te a ello, hay que levan­tar la voz del Museo Pobre, del que no tie­ne recur­sos y nun­ca los ha teni­do; del museo que ha sobre­vi­vi­do a las gue­rras, a las bom­bas, al ham­bre y a los invier­nos sin cale­fac­ción; aque­llos museos cuyo direc­tor abre por la maña­na y cie­rra por la noche, lle­va la admi­nis­tra­ción y atien­de a las visi­tas, y cuyas vitri­nas fue­ron com­pra­das a base de las mia­jas que caían del des­pil­fa­rro de los ricos.

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