¿Qué espe­ra­mos de los museos de cien­cia? El museo de cien­cias con­tem­po­rá­neo debe tener cla­ra su misión de trans­for­ma­ción social a tra­vés de su fun­ción edu­ca­do­ra, es decir, debe decla­rar­se trans­for­ma­dor. Pero ade­más, su labor de alfa­be­ti­za­ción cien­tí­fi­ca o de gene­ra­ción de voca­cio­nes cien­tí­fi­cas no ten­drá éxi­to si no se plan­tea cam­bios pro­fun­dos en la for­ma de lle­var­la a cabo.

¿Cómo dise­ñar acti­vi­da­des edu­ca­ti­vas fun­da­men­ta­das en bases peda­gó­gi­cas poten­tes y no solo en la intui­ción? El autor, a par­tir de las con­clu­sio­nes de su inves­ti­ga­ción y de su expe­rien­cia como res­pon­sa­ble edu­ca­ti­vo en el Museo de Cien­cias Natu­ra­les de Bar­ce­lo­na, ofre­ce algu­nas cla­ves peda­gó­gi­cas que pue­den ayu­dar a los museos a desa­rro­llar sus pro­yec­tos edu­ca­ti­vos (no solo de cien­cias). El pro­fe­so­ra­do tam­bién pue­de encon­trar refle­xio­nes para afron­tar las acti­vi­da­des que rea­li­za con su alum­na­do con garan­tías de éxi­to. Asi­mis­mo, museó­lo­gos e inves­ti­ga­do­res halla­rán refe­ren­cias cla­ve en un ámbi­to que no ha sido estu­dia­do con la nece­sa­ria profundidad.

Este libro es un ale­ga­to en favor de la pro­fe­sio­na­li­za­ción de la fun­ción edu­ca­do­ra de los museos y de las per­so­nas que tra­ba­jan en ella.