La his­to­rio­gra­fía ha pasa­do has­ta aho­ra casi de pun­ti­llas por las dos pri­me­ras déca­das del siglo XVII, los años de Feli­pe III. Con fre­cuen­cia han sido defi­ni­dos como «años per­di­dos» o «perio­do de tran­si­ción». Sin embar­go el estu­dio de esta épo­ca es impres­cin­di­ble para enten­der cómo se ges­tio­nó la pesa­da heren­cia del Rey pru­den­te, qué medi­das se toma­ron para afron­tar las suce­si­vas cri­sis que jalo­na­ron este rei­na­do y qué estra­te­gias se plan­tea­ron para afron­tar los con­flic­tos que, inexo­ra­bles, aguar­da­ban en el futu­ro. Estos son años deci­si­vos para la Monar­quía his­pá­ni­ca y no es exa­ge­ra­do decir que la con­fi­gu­ra­ción polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y cul­tu­ral de Euro­pa y de gran par­te del mun­do actual hun­den sus raí­ces en estas dos déca­das, tan inten­sas como apasionantes.
La gran oca­sión ofre­ce por pri­me­ra vez una ima­gen glo­bal de las ame­na­zas, retos y opor­tu­ni­da­des que, des­de la ópti­ca de la Monar­quía his­pá­ni­ca, carac­te­ri­za­ron el rei­na­do de Feli­pe III. Tam­bién bus­ca deci­di­da­men­te mati­zar o dero­gar muchos de los repe­ti­dos tópi­cos que han veni­do con­ta­mi­nan­do el estu­dio de esta épo­ca, con­fron­tán­do­los con la reali­dad histórica.