La impren­ta nava­rra alcan­zó duran­te el siglo XVII una eta­pa de autén­ti­co esplen­dor al coin­ci­dir toda una serie de impre­so­res y libre­ros de sumo éxi­to, lo que con­tri­bu­yó a un aumen­to expo­nen­cial de la pro­duc­ción impre­sa. Aun no alcan­zan­do las cifras edi­to­ras de Madrid, Bar­ce­lo­na o Sevi­lla, el rei­no de Nava­rra tuvo una acti­vi­dad impre­so­ra des­ta­ca­ble. Sin embar­go, la loca­li­za­ción de nue­vos tes­ti­mo­nios impre­sos ha per­mi­ti­do no solo cono­cer con más exac­ti­tud qué se estam­pó, sino que tam­bién ha ser­vi­do para con­fec­cio­nar esta tipo­bi­blio­gra­fía. En ella se reúne un total de 279 refe­ren­cias data­das entre 1601 y 1700, las cua­les com­ple­men­tan a las que apor­tó ante­rior­men­te Anto­nio Pérez Goye­na en su Ensa­yo de Biblio­gra­fía nava­rra. No hay duda de que este con­si­de­ra­ble incre­men­to ayu­da a mejo­rar nues­tros cono­ci­mien­tos sobre el patri­mo­nio biblio­grá­fi­co navarro.

A su vez, esta inves­ti­ga­ción nos per­mi­te actua­li­zar lo que sabía­mos sobre la impren­ta y el nego­cio del libro. Así, entre otras cues­tio­nes, se han des­cu­bier­to nue­vos impre­so­res y libre­ros que tra­ba­ja­ron pun­tual­men­te en Nava­rra, al mis­mo tiem­po que se ha actua­li­za­do el volu­men de impre­sos que salie­ron de las pren­sas loca­les, pres­tan­do una espe­cial aten­ción a los géne­ros más repre­sen­ta­ti­vos y olvi­da­dos (tex­tos admi­nis­tra­ti­vos, ale­ga­cio­nes en dere­cho, tesis y con­clu­sio­nes, ser­mo­nes o rela­cio­nes de suce­sos, entre otros impre­sos). A esto se une el inte­rés pres­ta­do al dise­ño y con­fec­ción del impre­so, es decir, se ha tra­ta­do de cono­cer la intra­his­to­ria de algu­nos de los tex­tos que se publi­ca­ron en el rei­no, sin olvi­dar­nos tam­po­co de las redes y los fl ujos comer­cia­les del libro. En suma, este tra­ba­jo vie­ne a sumar­se a los dis­tin­tos reper­to­rios biblio­grá­fi­cos con­fec­cio­na­dos siguien­do la meto­do­lo­gía del pro­yec­to Tipo­bi­blio­gra­fía española.