Ediciones Trea - 978-84-9704-523-0 - La piel asada del bacalao - Fernando Riquelme Lidon
Colección:
Formato: 15 x 21 cm.
Páginas: 160
Año: 2010
ISBN: 978–84-9704–523‑0

La piel asada del bacalao

20,00

De las múl­ti­ples mane­ras que de via­jar hay, no cabe duda de que es la de los diplo­má­ti­cos y acre­di­ta­dos una de las más intere­san­tes y de la que más jugo pue­den sacar tan­to el via­je­ro a ella deter­mi­na­da como los humil­des seden­ta­rios a quien este haya podi­do ilu­mi­nar con sus rela­tos y dis­cur­sos. Sus via­jes no sue­len tener el aspec­to gene­ral­men­te banal que les otor­gan los turis­tas pro­fe­sio­na­les o acci­den­ta­les y pare­cen apor­tar­nos bas­tan­tes más cosas que las tri­via­li­da­des al uso o las inquie­tan­tes intri­gas que se urden en emba­ja­das y con­su­la­dos. Y con el mayor inte­rés sue­len ser reci­bi­dos tales dis­cur­sos y rela­tos cuan­do se tra­ta de temas tan pró­xi­mos, a la par que pro­fun­dos, como sue­len ser los rela­cio­na­dos con la ali­men­ta­ción y con su saber.

Por si tal mane­ra de ver pre­ci­sa­ra de con­tra­pe­so, Fer­nan­do Riquel­me Lidón via­ja tam­bién al inte­rior de su memo­ria con pare­ci­do cri­te­rio pro­fe­sio­nal y, así, sus pin­ce­la­das gas­tro­nó­mi­cas sobre la Vega Baja del Segu­ra pue­den com­ple­tar, mati­zar o resal­tar las que sobre Nápo­les, Damas­co, Ber­na, Var­so­via, la anti­gua Fer­nan­do Poo… o la pro­pia Orihue­la, Madrid o el Bier­zo va impri­mien­do en el nada peque­ño lien­zo de su memo­ria gas­tro­nó­mi­ca. Aquí están los hue­vos, los que­sos innu­me­ra­bles, el cho­co­la­te, las bre­vas, los puche­ros, el café en sus mil caras ita­lia­nas, la pae­lla y los arro­ces, los pimien­tos y sus guin­di­llas, el fiq­quz (pepino), los jín­jo­les, el coci­do y su ropa vie­ja, el tri­fle y un sin­fín más de pla­tos y pre­pa­ra­cio­nes que ocu­pan su lugar pre­ci­so en la memo­ria via­je­ra de Fer­nan­do Riquel­me, pre­ma­tu­ra­men­te abo­ca­do a estas lides gas­tro­nó­mi­cas por unas retor­ci­das y cru­jien­tes pie­les de baca­lao que se asa­ban sobre la cha­pa para delei­te del Rey de las Pata­tas, su hono­ra­ble padre.

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