Ediciones Trea - 978-84-9704-101-0 - Libros para no leer - Genaro Luis Garcia Lopez
Formato: 16 x 22 cm.
Páginas: 183
Año: 2004
ISBN: 978–84-9704–101‑0

Libros para no leer: el nacimiento de la política documental en España

23,00

Esta obra es un aná­li­sis de los orí­ge­nes de las polí­ti­cas de infor­ma­ción en Espa­ña, cen­trán­do­se en el naci­mien­to del «sis­te­ma» de biblio­te­cas públi­cas en el trán­si­to entre los años trein­ta y cua­ren­ta del sigo XIX, cuan­do tie­ne lugar la pues­ta en prác­ti­ca de una polí­ti­ca biblio­te­ca­ria con el obje­to de nacio­na­li­zar los bie­nes de las comu­ni­da­des reli­gio­sas supri­mi­das en 1835.
El sopor­te fun­da­men­tal del tra­ba­jo han sido unos ricos fon­dos docu­men­ta­les, has­ta aho­ra ape­nas explo­ta­dos, sobre la diná­mi­ca del pro­ce­so des­amor­ti­za­dor; docu­men­ta­ción con­ser­va­da en el Archi­vo de la Real Aca­de­mia de Bellas Artes de San Fer­nan­do de Madrid. Como el estu­dio ana­li­za el mun­do de las biblio­te­cas con­si­de­ran­do como eje prin­ci­pal la varia­ble tiem­po, se ha uti­li­za­do la meto­do­lo­gía de la his­to­rio­gra­fía y se ha obte­ni­do un resul­ta­do final ajus­ta­do a ella, es decir, un dis­cur­so cien­tí­fi­co en len­gua­je histórico.
Tras el repa­so de las ini­cia­ti­vas que se habían desa­rro­lla­do con ante­rio­ri­dad al perio­do álgi­do de la revo­lu­ción libe­ral ‑años trein­ta del siglo XIX‑, se ana­li­za la exclaus­tra­ción de las comu­ni­da­des reli­gio­sas y la nacio­na­li­za­ción de sus bie­nes como mar­co gene­ral de la polí­ti­ca bibliotecaria.
La polí­ti­ca docu­men­tal (nacio­na­li­za­ción de los fon­dos biblio­grá­fi­cos de con­ven­tos y monas­te­rios y crea­ción de un sis­te­ma de biblio­te­cas públi­cas) se debía ajus­tar a las pau­tas mar­ca­das en la legis­la­ción cul­tu­ral-biblio­te­ca­ria que fue pro­mul­gan­do el Esta­do para hacer­se car­go de los bie­nes de las comu­ni­da­des reli­gio­sas supri­mi­das. Sin embar­go, el incum­pli­mien­to sis­te­má­ti­co de las nor­mas oca­sio­nó una deri­va des­de una situa­ción ideal, en la que se abo­ga­ba por biblio­te­cas públi­cas inde­pen­dien­tes, has­ta la plas­ma­ción final de un sis­te­ma biblio­grá­fi­co defi­ci­ta­rio depen­dien­te de los cen­tros de ense­ñan­za media y superior.
En la apli­ca­ción de las nor­mas se plan­tea­ron una serie de pro­ble­mas que impo­si­bi­li­ta­ron el cum­pli­mien­to efec­ti­vo de las mis­mas. Entre éstos pode­mos des­ta­car los siguien­tes: la esca­sa cola­bo­ra­ción de los reli­gio­sos en el pro­ce­so de nacio­na­li­za­ción de sus comu­ni­da­des, la simul­ta­nei­dad y fal­ta de pre­vi­sión en la supre­sión de aqué­llas, la pri­me­ra gue­rra car­lis­ta, el esca­so inte­rés de la Admi­nis­tra­ción por la con­ser­va­ción de los bie­nes nacio­na­les, la des­coor­di­na­ción entre los dife­ren­tes ramos de la Admi­nis­tra­ción y, espe­cial­men­te, la esca­sez de recur­sos económicos.
Esa situa­ción pro­vo­có la exis­ten­cia de dis­tin­tas prác­ti­cas en la crea­ción y desa­rro­llo de las biblio­te­cas públi­cas, entre las que cabe dis­tin­guir: la de aque­llas pro­vin­cias que tenían uni­ver­si­dad (entre otras, Bar­ce­lo­na, Gra­na­da, Sevi­lla, Valla­do­lid y Zara­go­za); la de las que la tenían, pero fue­ron supri­mi­das en aque­llos años (como Cana­rias y Tole­do); y la de las que no tenían uni­ver­si­dad o, aun tenién­do­la, no inter­vino en la ges­ta­ción de la biblio­te­ca (se apor­tan los casos de Sego­via y Soria).
Por últi­mo, median­te el aná­li­sis de las con­tes­ta­cio­nes a la encues­ta que el Minis­te­rio de la Gober­na­ción soli­ci­tó por cir­cu­lar de 13 de julio de 1842 a los dis­tin­tos jefes polí­ti­cos pro­vin­cia­les, pode­mos obte­ner una radio­gra­fía del pano­ra­ma biblio­te­ca­rio espa­ñol al final del pro­ce­so des­amor­ti­za­dor y nacionalizador.

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