Los señores del libro: propagandistas, censores y bibliotecarios en el primer franquismo

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Al tér­mino de la gue­rra civil espa­ño­la pocas de las ins­ti­tu­cio­nes y sue­ños alum­bra­dos en el perio­do ante­rior per­ma­ne­cían en pie. El régi­men de los ven­ce­do­res, ins­pi­rán­do­se en mode­los de la Ale­ma­nia nazi y la Ita­lia fas­cis­ta, tam­bién dio un gol­pe de esta­do en la Repú­bli­ca de las Letras, des­de aquel momen­to some­ti­da a sus desig­nios polí­ti­cos y pro­pa­gan­dís­ti­cos. Así, se urdió un entra­ma­do de órga­nos e ins­ti­tu­cio­nes lla­ma­das a con­tro­lar con mano férrea la cul­tu­ra y eri­gir­se en ins­tru­men­to de pro­pa­gan­da polí­ti­ca. La visión del libro y la lec­tu­ra, el dis­cur­so sobre lo que debían ser y el papel que habían de jugar en la nue­va Espa­ña, cam­bió mer­ced a la acción con­jun­ta de los seño­res del libro, pro­pa­gan­dis­tas, cen­so­res y biblio­te­ca­rios que libra­ron una sor­da bata­lla de la que algu­nos auto­res, libros y temas sal­drían ensal­za­dos, pro­mo­cio­na­dos y difun­di­dos, mien­tras que otros, en otra sin­to­nía ideo­ló­gi­ca, polí­ti­ca o cul­tu­ral, caye­ron en el abis­mo de los libros prohi­bi­dos, de las obras nun­ca publi­ca­das, de los auto­res para siem­pre silenciados.

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