Magia y cristianismo en la Antigüedad tardía

El poema de Cipriano y Justina como precursor del mito de Fausto

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Hay en la His­to­ria un espa­cio espe­cial­men­te intere­san­te: esa zona inter­me­dia, fron­te­ri­za, don­de los hechos del pasa­do empie­zan a per­der su vigen­cia y los del futu­ro toda­vía no se han con­so­li­da­do. Ese terri­to­rio en el que se sola­pan los vie­jos y los nue­vos acon­te­ci­mien­tos y que duran­te un tiem­po con­vi­ven sin saber cuál de ellos va a aca­bar impo­nién­do­se. Esa fron­te­ra, difu­sa, don­de lo que era toda­vía exis­te y lo que quie­re ser aún no se ha esta­ble­ci­do. El paso de la magia paga­na al cris­tia­nis­mo inci­pien­te es uno de esos temas fron­te­ri­zos en que dos ten­den­cias, que ter­mi­na­rán sien­do dis­tin­tas e inclu­so enemi­gas, se con­fun­den en unas per­so­nas y unas prác­ti­cas toda­vía sin aca­bar de definir.
Esta mate­ria se pres­ta, por sus pro­pios con­te­ni­dos, a tener más de un iti­ne­ra­rio de tra­ba­jo: uno, el pro­pia­men­te his­tó­ri­co, a tra­vés del acer­ca­mien­to a la magia y los magos, par­tien­do de sus orí­ge­nes en el Mun­do Anti­guo, Gre­cia y Roma, y su desa­rro­llo en el ámbi­to judeo-cris­tiano, para pasar lue­go a estu­diar e inten­tar com­pren­der las estre­chas rela­cio­nes entre magia y cris­tia­nis­mo, magos, mon­jes y obis­pos magos. O lo que es lo mis­mo, la pro­pia inte­gra­ción de la magia en el seno de deter­mi­na­das prác­ti­cas del cris­tia­nis­mo, tema con lar­ga tra­di­ción his­to­rio­grá­fi­ca en el ámbi­to académico.
En ese sen­ti­do, este tra­ba­jo rea­li­za un estu­dio des­crip­ti­vo de algu­nas prác­ti­cas mági­cas, a par­tir de los lla­ma­dos cipria­ni­llos, una suer­te de gri­mo­rios con­fec­cio­na­dos des­de un supues­to Libro de San Cipriano, cuya actua­li­dad per­du­ra en algu­nos luga­res del Nor­te de Espa­ña y Por­tu­gal. Y, por otra par­te, se estu­dia un tex­to para­dig­má­ti­co, el Poe­ma de Cipriano y Jus­ti­na —pane­gí­ri­co escri­to hacia el año 440 por la empe­ra­triz de Cons­tan­ti­no­pla Aelia Eudo­cia Augus­ta—, que ver­si­fi­ca la his­to­ria de Cipriano, astró­lo­go y tau­ma­tur­go pagano, cono­ci­do como «el Mago», el cual arre­pen­ti­do de sus creen­cias y doc­tri­nas se con­vier­te al cris­tia­nis­mo, pade­cien­do mar­ti­rio en tiem­pos de Dio­cle­ciano jun­to a Jus­ti­na, joven cris­tia­na que se había man­te­ni­do inmu­ne a las artes malé­fi­cas emplea­das por Cipriano para obte­ner su amor. Este poe­ma lle­ga­rá a con­ver­tir­se en una refe­ren­cia den­tro de la lite­ra­tu­ra con­tem­po­rá­nea, como pre­cur­sor del famo­so Faus­to de Goethe (y de otros muchos «Faus­tos»), dan­do lugar al mito del pac­to dia­bó­li­co de ple­na actua­li­dad en la cul­tu­ra contemporánea.
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