Sub umbra alarum

Ceremonial y coleccionismo en las cortes hispánicas de la Edad Moderna

22,00

Los con­cep­tos de mag­ni­fi­cen­cia, osten­ta­ción y lujo juga­ron un papel cru­cial en el Anti­guo Régi­men. El pri­me­ro se rela­cio­na con la vir­tud de los pode­ro­sos; los otros eran inhe­ren­tes a los per­so­na­jes de alcur­nia, que lo mani­fes­ta­ban a tra­vés del con­su­mo sun­tua­rio. Ves­ti­dos, joyas, tapi­ces, arma­du­ras, e inclu­so rea­li­za­cio­nes efí­me­ras, cons­ti­tu­ye­ron par­te esen­cial de la socie­dad cor­te­sa­na en la que, como seña­ló el soció­lo­go Nor­bert Elias, el con­su­mo de pres­ti­gio era capital.
Bas­ta repa­sar los inven­ta­rios de los pode­ro­sos para dar­se cuen­ta de que, duran­te la Edad Moder­na, las obras de arte en reali­dad valo­ra­das fue­ron esas que hoy cali­fi­ca­mos de deco­ra­ti­vas, inclu­so para colec­cio­nis­tas de la talla de Feli­pe II. Igual­men­te se per­ci­be esta acti­tud en las colec­cio­nes nobi­lia­rias, en las que, ade­más, las muje­res fue­ron gran­des pro­ta­go­nis­tas, ejer­cien­do un papel impor­tan­te no solo en el mece­naz­go, sino tam­bién como acti­vas agen­tes artísticas.
Las artes con­tri­bu­ye­ron tam­bién a la pro­mo­ción del lina­je, ya fue­ra a tra­vés de fun­da­cio­nes y dota­cio­nes de espa­cios reli­gio­sos, la erec­ción y amue­bla­mien­to de man­sio­nes nobi­lia­rias, o a tra­vés de la crea­ción de colec­cio­nes y biblio­te­cas. Fue­ron una pie­za cla­ve en la fies­ta cor­te­sa­na y su obje­ti­vo de cons­truc­ción de la ima­gen del poder. Para esto, ade­más de lo tan­gi­ble, las obras de arte en sí, los tex­tos fue­ron fun­da­men­ta­les. Corres­pon­den­cia, cró­ni­cas u orde­nan­zas, con­tri­bu­ye­ron no solo a difun­dir los actos cor­te­sa­nos y el lujo de sus par­ti­ci­pan­tes, sino que tam­bién per­mi­tie­ron su per­vi­ven­cia en el tiem­po, cons­ti­tu­yen­do igual­men­te una herra­mien­ta fun­da­men­tal del poder a tra­vés del ritual.
El cere­mo­nial y el colec­cio­nis­mo solo pudie­ron dar­se con la pro­tec­ción de algu­nos pode­ro­sos, por lo que este libro lle­va por títu­lo las pala­bras de sal­mo, Sub umbra ala­rum, tex­to que ya Isa­bel la Cató­li­ca, una de las gran­des colec­cio­nis­tas de obras de arte, tomó como divisa.
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