El terrorismo de Estado ante sus víctimas: los GAL

Ediciones Trea - 978-84-10263-43-7 - El terrorismo de Estado ante sus victimas - Jeronimo Rios Sierra - Egoitz Gago Anton

Entre los años 1983 y 1987 los Gru­pos Anti­te­rro­ris­tas de Libe­ra­ción (GAL) com­ba­tie­ron a la orga­ni­za­ción terro­ris­ta ETA y su entorno; para ello, estas agru­pa­cio­nes para­po­li­cia­les prac­ti­ca­ron terro­ris­mo de Esta­do, cau­san­do un total de 27 víctimas.

Par­tien­do de la tesis cen­tral de que los GAL fue­ron tan­to crea­dos como man­te­ni­dos como una orga­ni­za­ción de terro­ris­mo de Esta­do, los pro­fe­so­res de la Uni­ver­si­dad Com­plu­ten­se de Madrid Jeró­ni­mo Ríos Sie­rra y Egoitz Gago Antón, pre­sen­tan El terro­ris­mo de Esta­do ante sus víc­ti­mas. Con­ver­sa­cio­nes a pro­pó­si­to de los GAL, estu­dio que des­cri­be, des­de el prin­ci­pio y fir­me­men­te basa­do en los hechos, a los GAL y sus apo­yos como terro­ris­tas de Estado.

Como indi­ca Paddy Wood­worth en su pró­lo­go, «el terro­ris­mo es un tér­mino muy res­ba­la­di­zo, el cual desa­fía una defi­ni­ción cla­ra y fir­me, debi­do a que es uti­li­za­do habi­tual­men­te para deni­grar actos de vio­len­cia de aque­llos con los que no esta­mos de acuer­do; mien­tras que, a la vez, evi­ta­mos de mane­ra escru­pu­lo­sa apli­car­lo a accio­nes vio­len­tas idén­ti­cas come­ti­das por aque­llos a los que apo­ya­mos». Pero, ¿qué ocu­rre cuan­do habla­mos de terro­ris­mo de Esta­do? Según la defi­ni­ción de Max Weber en su fun­da­men­tal obra La polí­ti­ca como voca­ción (1919) el Esta­do es una enti­dad que osten­ta el mono­po­lio de la vio­len­cia legí­ti­ma y los medios de coac­ción, lo que, en la prác­ti­ca, impli­ca­ría que en oca­sio­nes se hayan omi­ti­do, silen­cia­do e inclu­so jus­ti­fi­ca­do aque­llas accio­nes vio­len­tas y abu­si­vas por par­te de las fuer­zas del Esta­do. Y son pre­ci­sa­men­te estos silen­cios los que rom­pen Jeró­ni­mo Sie­rra y Egoitz Gago con su libro: apor­tan­do hechos y datos obje­ti­vos que des­cri­ben a los GAL y sus apo­yos como terro­ris­tas de Esta­do y dan­do voz a víc­ti­mas y fami­lia­res, los auto­res con­si­guen lle­nar un gran vacío en la exten­sa lite­ra­tu­ra exis­ten­te sobre ETA, lite­ra­tu­ra que sue­le men­cio­nar a los GAL de for­ma limitada.

En los capí­tu­los ini­cia­les, los auto­res sos­tie­nen que los GAL eran acto­res de un gru­po orga­ni­za­do, crea­do por altos car­gos del gobierno del PSOE, no disi­den­tes ni hijos incon­tro­la­dos de la dic­ta­du­ra fran­quis­ta. Ade­más, tenían unos obje­ti­vos polí­ti­cos cla­ros y eran super­vi­sa­dos por altos man­dos de las fuer­zas del orden, tan­to de la Guar­dia Civil, como de la Poli­cía y de la inte­li­gen­cia mili­tar. Lo que esto impli­ca es que, crean­do a estos gru­pos terro­ris­tas, el gobierno espa­ñol, demo­crá­ti­ca­men­te ele­gi­do, esta­ba a favor de ase­si­nar a terro­ris­tas de ETA sin un jui­cio, en un país don­de la pena de muer­te esta­ba abo­li­da. Y no solo a terro­ris­tas de ETA: los GAL esta­ban dis­pues­tos al ase­si­na­to de civi­les, con­si­de­rán­do­lo un daño cola­te­ral, pero efec­ti­vo en la con­se­cu­ción de su obje­ti­vo más impor­tan­te: el fin de ETA y su apo­yo social.

Por otra par­te, se plan­tea el papel juga­do por el pre­si­den­te del gobierno de la épo­ca, Feli­pe Gon­zá­lez. Si bien es cier­to que no es posi­ble afir­mar con cer­te­za que estu­vie­ra direc­ta­men­te invo­lu­cra­do, el hecho de que su minis­tro de Inte­rior fue­ra con­de­na­do por haber­lo esta­do y que los GAL fue­ran apo­ya­dos por miem­bros de su par­ti­do y altos car­gos del Esta­do, hace que se le pue­da atri­buir res­pon­sa­bi­li­dad polí­ti­ca, ya fue­ra por acción u omisión.

Tam­bién se refle­ja en el libro algo repe­ti­do por varios entre­vis­ta­dos: la com­pli­ci­dad del Esta­do fran­cés con los GAL. Si bien es cier­to que se cree que había pocos cola­bo­ra­do­res acti­vos de los GAL entre las fuer­zas de segu­ri­dad fran­ce­sas, el hecho de que los GAL actua­ran con fre­cuen­te impu­ni­dad en terri­to­rio fran­cés hace sos­pe­char que, al menos, algu­nos ofi­cia­les de ran­go medio esta­ban impli­ca­dos en man­te­ner rutas de esca­pe sin con­tro­les en los momen­tos cru­cia­les. No obs­tan­te, si los ase­si­nos de los GAL eran dete­ni­dos y juz­ga­dos en terri­to­rio fran­cés, reci­bían fuer­tes sen­ten­cias, pero el Esta­do fran­cés nun­ca inves­ti­gó de mane­ra pro­fun­da a estos gru­pos, aún habien­do rei­vin­di­ca­do 26 ase­si­na­tos en tres años y en un área muy peque­ña. Todo esto hace sos­pe­char al menos algún tipo de acuer­do táci­to entre los pre­si­den­tes fran­cés y espa­ñol de la épo­ca, Fra­nçois Mit­te­rrand y Feli­pe Gon­zá­lez, o entre sus minis­tros del Inte­rior al menos.

La par­te final del libro está dedi­ca­da a entre­vis­tas con víc­ti­mas de los GAL, algu­nas rela­cio­na­das con ETA, pero otras sin cone­xión algu­na con la ban­da terro­ris­ta ni la izquier­da aber­tza­le. A tra­vés de sus expe­rien­cias, diver­sas, pero des­ga­rra­do­ras, se apor­ta un mate­rial de gran impor­tan­cia para enten­der el impac­to del terro­ris­mo de Esta­do en la vida de las per­so­nas. Per­so­nas, víc­ti­mas, que han expe­ri­men­ta­do un sen­ti­mien­to de sole­dad y aban­dono por par­te de la socie­dad y tam­bién por par­te de aque­llos gru­pos que las ins­tru­men­ta­li­za­ron con fines polí­ti­cos, pero a las que Jeró­ni­mo Ríos y Egoitz Gago per­mi­ten hablar por sí mismas.

Todo ello, tan­to los datos obje­ti­vos, como las sub­je­ti­vas expe­rien­cias de las víc­ti­mas, nos per­mi­ten cono­cer mejor la tra­ma de los GAL y la ame­na­za real que supu­sie­ron para la demo­cra­cia española.

 

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